Cisne Negro
Cisne Negro: desencadenamiento de una psicosis
Introducción:
Freud decía que un analista no puede estar ajeno a las manifestaciones culturales de su época, ya que ellas modelan y describen cierta subjetividad.
Fuí a ver película Cisne Negro, última película de Darren Aronofsky sin saber que iba a ver, solo sabía que había obtenido diversos oscars.
Salí maravillada, en primer lugar por la espectacular puesta en escena pero especialmente conmovida por cómo se retrata la descompensación de una psicosis. En un principio podemos ver una psicosis ordinaria o lo que también llamaríamos: psicosis social, TLP, personalidad bordeline, o lo que se ha llamado “nueva clínica”, con ello nos referimos a psicosis que están estabilizadas gracias a compensaciones imaginarias o suplencias. Veremos claramente que es lo que hace que se produzca el desencadenamiento o descompensación, dando paso a lo que podríamos llamar una psicosis extraordinaria.
Estamos frente a una película que se introduce en lo más enmarañado de la psiquis humana. Delirio y realidad van y vienen a través de una delgada línea divisoria.
Argumento:
La trama se centra en Nina, una bailarina que verá como sus sueños profesionales se cumplen cuando es escogida para interpretar el personaje de la reina de los cisnes Nina es una bailarina excepcional, con una técnica y virtuosismo extraordinarios, que la convierten en la intérprete perfecta para transformarse en el cisne blanco. Pero interpretar el papel de reina de los cisnes exige de ella algo más, ha de ser capaz de representar también su contrapunto: el cisne negro. Esto exigirá de ella llegar a unos registros bien distintos para los que parece que no está preparada. La búsqueda del cisne negro se convertirá en una obsesión enfermiza para Nina que la llevará al límite de la autodestrucción.
La figura materna: Nina mantiene un vínculo simbiótico con una madre devoradora, en todo el film no hay esbozos de un padre para ella; está envuelta en el puro goce materno. Ante la imposibilidad de realizar un corte simbólico con este vínculo alienante, a la protagonista sólo le queda la opción de hacerse cortes y herirse en lo real de su cuerpo, como forma de acotar y tramitar algo que la asfixia. Hay un elemento bastante significativo en la película que remite a una metáfora que utilizaba el psicoanalista francés J.Lacan. Él decía que el deseo de la madre «estragante» es comparado con la boca de un cocodrilo: la función del padre es poner un palo en esa boca y así impedir que ella se cierre y el hijo sea devorado o engullido; ese sería el significante que justamente Nina tiene forcluido. Ella no puede salir de la boca de esa madre intrusiva, entonces recurre a un palo para intentar frenar, que su madre la invada en su habitación y la vuelva a tragar.
Nina fue producto de una relación fugaz, entre su madre (bailarina frustrada) y el director de la compañía, quedando embarazada. La madre la hace culpable de arruinarle su carrera y su vida. No hubo deseo de hija, Nina no es más que una extremidad de su madre quien vive a través de ella lo que no pudo conseguir por sí misma. En Nina no hay reconocimiento de sujeto separado de su madre, donde lo que ella quiere sea tenido en cuenta. Ahí Nina no cuenta, no suma ni resta ya que no hubo lugar para ella en la estructura de la madre.
En Nina no hay algo del orden de la constitución de un cuerpo pulsional erógeno, a pesar de sus vanos intentos por sentirlo a través de las heridas que se auto-infringe. O incluso el autoerotismo falla, la omnipresente madre (alucinada en este caso) se lo impide.
Al decir que no hay esbozo de padre en Nina no nos referimos solo a que no halla un padre fisico, sinó a que no hay en la madre un deseo Otro. La madre llora y pinta. La pintura podría ocupar ese lugar tercero, pero no es así, todas las pinturas retratan a la hija hasta la saciedad.
Sobre el desencadenante de la psicosis: El director del ballet, Thomas (Vincent Cassel), decide elegir a la protagonista de la nueva versión de El Lago de los Cisnes, pero con la particularidad de que ella debe interpretar al cisne blanco y a su antagonista también, el cisne negro, el cual posee todos los rasgos de los que Nina carece. De todos modos, es la elegida, pero Lily aparece como la mayor amenaza para ella, ya que posee una espontaneidad y desenfado que hace peligrar la consagración de Nina. Tal panorama es incentivado por el director del ballet que todo el tiempo la manda a ese lugar, donde ella no tiene con qué responder. Ella debe ser el cisne negro y para poder interpretarlo no lo puede hacer solo desde la técnica sino que debe haberlo interiorizado. A su técnica perfecta le falta espíritu y libertad, condiciones que según Thomas resultan imprescindibles para interpretar el lado oscuro del cisne. Masturbarse y soltarse será la propuesta terapéutica del maestro, visión heredada del sistema Stanislavsky acerca de las artes escénicas que es la imperante hoy en día.
Ambos, el director y la colega, insisten en que ella tiene que abandonarse, debe explorar sus sentimientos en vez de encasillarse en el semblante de niña dulce, autosuficiente y perfecta, que su madre ha creado para ella.
La película se centrará en el proceso que tiene que recorrer Nina para conseguir “hacer suyo” el personaje del cisne negro y que la conducirá inevitablemente al abismo de la locura.
Para que se desencadene la psicosis y se produzca un brote se tienen que dar dos condiciones: el sujeto tiene que poseer ya una estructura psicótica previa y se tiene que confrontar en la vida con alguna situación en la cual debe recurrir a ciertos significantes simbólicos de los cuales se carece, están forcluidos.
Ella no es virginal porque sea reprimida, sino porque no tiene otros medios para afrontar la vida; dicho de otra manera, no ha podido dejar de ser un objeto para la madre y por ello no ha podido acceder a la feminidad. Interpretar ese papel tan deseado le lleva a confrontarse con su sexualidad, feminidad y su costado seductor que se le torna imposible de apropiar. Acceder a ser mujer implica romper con el lugar de “niña sumisa” al que la condenó su madre. No tiene recursos para elaborar todo ese descubrimiento, por eso, una vez que intenta masturbarse, tiene una alucinación en la que su madre la está observando desde una silla. No es que Nina no tenga deseo sexual, sino que carece de los medios psíquicos para hacerse cargo de esta irrupción pulsional.
Así pues el punto del desencadenamiento del cuadro psicótico es cuando ella obtiene el papel, la presión es tal que se termina descompensando. Alucinaciones visuales y cinestésicas, delirios persecutorios, signos de despersonalización frente al espejo, exacerbandose los trastornos autoagresivos y desórdenes alimentarios y ella puede, de alguna manera aunque muy rudimentaria, poner un límite a la demanda materna. Es claro como al comienzo ella no puede darle significado a eso que le pasa, que la aterra y angustia. Esas caras de terror son lógicas en este contexto en el cual le están sucediendo muchas cosas a las cuales la protagonista no logra dar sentido ni ubicar dentro de su historia, muy por el contrario siente que le invaden, le acosan, le perturban.
Todo ello sucede porque ella se ha quedado en el primer tiempo muy primario del estadio del espejo, en donde se siente fragmentada y no hay nada del orden simbólico que venga a unir esas partes, nada que genere una lógica de exclusión adentro-afuera, yo no-yo y por ende el reconocimiento de la singularidad propia.
Aquí se falló en el estadio del espejo, tiempo del narcisismo primario, en el cual se articula el ser del lenguaje a un cuerpo real que se muestra como prematuro, en donde se capta, a través de la imagen del semejante, como totalidad, sin poder reconocer aún que su semejante no es él mismo. Identificación primaria propuesta por el semejante quien de alguna forma ya sea en acto de palabra o gestual le indicaría: “ésta eres tú” y por tanto alguien distinto, identificable, con identidad. Su muerte puede ser leída como un pasaje al acto como diría Lacan, en el lugar donde Nina (como mujer y en el papel principal) no puede responder se produce el borramiento del ser, su caída en el final de la obra marcando el final de su vida. Entonces la solución es la psicosis. La quiebra de su principio de realidad y la proliferación de alucinaciones.
Lo que no puede experimentar en el mundo exterior, ella lo vive en su mundo interno, como fantasías exacerbadas que ella asume como episodios reales. A través de estas experiencias cargadas de angustia, va descubriendo el descontrol y el amor físico. Pero visitar ese mundo sin reglas significa romper con los mandatos que la detienen como niña de mamá. Y esos mandatos están allí no solo por la insistencia de la madre, sinó porque están llamados a ahogar una sensualidad que podría desquiciarla (desalojarla) de la regularidad que la contiene.
A través de estas terroríficas alucinaciones llega a una suerte de solución de compromiso. Comienza a bailar con la incertidumbre y gracia que se le pide, pero sin abandonar su obsesión por la búsqueda de lo perfecto. En este momento el brote psicótico es ya incontenible. Las alucinaciones la capturan con más frecuencia y deja de ser capaz de diferenciar la realidad de sus fantasías. Pero pese al terror que la posee, ella es capaz de sobreponerse de modo que nadie sabe cuán precaria es su situación. En medio de su profundo desconcierto ella sabe que su deseo es bailar perfectamente ambos roles. Entonces, este deseo la estabiliza, al menos, provisionalmente. Desde luego que su baile deslumbra al público. Parece haber logrado lo imposible: la “perfecta espontaneidad”. Pero el fin de su baile es también el término de su vida pues resulta que en uno de esos episodios alucinados se ha herido de muerte. Su agonía es feliz pues su sueño devino en realidad. Ya nada le importa.
Las demás mujeres, los espejos:
A lo largo de la película veremos muchos espejos , creo que no hay una sola escena en la que no se juegue con ellos.
Me limitaré a mencionar tres.
– Nina está en su casa con su madre, hay un mueble con cuatro espejos creándose una imagen caleidoscópica en la que ambas ocupan cuatro espacios diferentes en el salón. Indiscriminación entre el yo y el no yo.
– La sombra de Beth, una bailarina espectacular recién retirada, engullirá a Nina, que la admira y aspira a ser una copia suya: le roba sus pendientes, su barra de labios, su abrecartas… incluso utilizará su camerino para cambiarse. A pesar de ello ésta imagen le permite un personalidad “como si”, o dicho de otra manera una compensación imaginaria, una máscara que envolverá un vacio innombrable.
– Nina envidia en Lily la naturalidad y ligereza de sus movimientos en la danza. Llegará a tener una experiencia lésbica con ella en una ensoñación. Es la manera de fundir a ambos cisnes en uno solo. Intento alucinatorio de conseguir anudar simbólicamente lo imaginario y lo real.