Sociedad líquida, la enfermedad del tiempo

Sociedad líquida, la enfermedad del tiempo.

 

En el mundo actual; líquido, capitalista a ultranza, llamado sociedad de la información, donde impera la lógica del exceso , en los tiempos donde la velocidad es una máxima , donde no existe el intervalo; ni puntos, ni comas, ni punto y coma.
Ahora nos vamos a detener un ratito, vamos a tratar de poner un punto y aparte: un silencio, una pausa, una reflexión.

 

Las fábulas siempre han sido portadoras de un saber y me gustaría recordar la fábula de la liebre y la tortuga, esa fábula que nos contaban nuestros padres que aun disponían de un tiempo para contarnos historias que nos ayudaban a dormir, a soñar, a crecer y a convertirnos en adultos con la cabeza bien amueblada. Vamos pues a por la fábula.

 

Una tortuga y una liebre siempre discutían sobre quién era más rápida. Para dirimir el argumento, decidieron correr una carrera. Eligieron una ruta y comenzaron la competencia.

 

La liebre arrancó a toda velocidad y corrió enérgicamente durante algún tiempo. Luego, al ver que llevaba mucha ventaja, decidió sentarse bajo un árbol para descansar un rato, recuperar fuerzas y luego continuar su marcha. Pero pronto se durmió. La tortuga, que andaba con paso lento, la alcanzó, la superó y terminó primera, declarándose vencedora indiscutible.

 

Moraleja: Los lentos y estables ganan la carrera.

 

Pero la historia sigue: La liebre, decepcionada tras haber perdido, reflexionó y reconoció sus errores. Descubrió que había perdido la carrera por ser presumida y descuidada. Entonces, desafió a la tortuga a una nueva competencia. Esta vez, la liebre corrió de principio a fin y su triunfo fue evidente.

 

Moraleja: Los rápidos y tenaces vencen a los lentos y estables.

 

Pero la historia tampoco termina aquí: Tras ser derrotada, la tortuga reflexionó detenidamente y llegó a la conclusión de que no había forma de ganarle a la liebre en velocidad. Como estaba planteada la carrera, ella siempre perdería. Por eso, desafió nuevamente a la liebre, pero propuso correr sobre una ruta ligeramente diferente. La liebre aceptó y corrió a toda velocidad, hasta que se encontró en su camino con un ancho río. Mientras la liebre, que no sabía nadar, se quedó sin saber qué hacer, la tortuga nadó hasta la otra orilla, continuó a su paso y terminó en primer lugar.

 

Moraleja: Quienes identifican su ventaja competitiva y cambian el entorno para aprovecharla, llegan primeros.

 

Pero la historia aún no termina: El tiempo pasó y tanto compartieron la liebre y la tortuga, que terminaron haciéndose buenas amigas. Ambas reconocieron que eran buenas competidoras y decidieron repetir la última carrera, pero esta vez corriendo en equipo. En la primera parte, la liebre cargó a la tortuga hasta llegar al río. Allí, la tortuga atravesó el río con la liebre sobre su caparazón y, sobre la orilla de enfrente la liebre cargó nuevamente a la tortuga hasta la meta. Como alcanzaron la línea de llegada en un tiempo récord, sintieron una mayor satisfacción que aquella que habían experimentado en sus logros individuales.

 

Moraleja: Es bueno ser individualmente brillante y tener fuertes capacidades personales. Pero, a menos que seamos capaces de trabajar con otras personas y potenciar recíprocamente las habilidades de cada uno, no seremos completamente efectivos. Siempre existirán situaciones para las cuales no estamos preparados y que otras personas pueden enfrentar mejor. La liebre y la tortuga también aprendieron otra lección vital: Cuando dejamos de competir contra un rival y comenzamos a competir contra una situación, complementamos capacidades, compensamos defectos, potenciamos nuestros recursos…y obtenemos mejores resultados.

En1982, Larry Dossey acuñó el término “enfermedad del tiempo”. El principal síntoma de esta enfermedad es pensar obsesivamente que el tiempo se acaba y que tenemos que correr más rápido en todas las facetas de la vida para alcanzarlo, algo que por definición nunca llega. Nos estresamos por no poder controlar nuestro tiempo. La falta de tiempo y la ilusión por atraparlo se ha convertido en una  epidemia, una adicción.

Cada vez buscamos remedios más rápidos, remedios que el mundo del consumo se aplica a ofrecernos: pastillas que nos prometen adelgazar en poco tiempo y sin esfuerzo, robots de cocina que cocinan solos mientras nos «ocuparnos»  de los hijos y ya de paso consultamos el facebook, psicoterapias de una sesión, antidepresivos que ya también, de paso, nos curaran la timidez que ahora llaman «fobia social»  y un larguísimo etc.
El gran problema de esta rapidez,  es,  que nos enferma: falta de sueño, accidentes de transito y un numero extenso de enfermedades  derivadas  del estrés, empezando por el  agotamiento y acabando por el Karoshi, que significa, muerte por exceso de trabajo. Estas dolencia aumentan de forma vertiginosa , claro.  Las victimas del karoshi asciende a millares y la depresión aparece como segunda causa de enfermedad después de los accidentes cardio-vasculares.
 Pero lo más triste es que nuestra vida se convierte en una vida superficial. En lugar de vivir la vida, aceptando que TODO nunca será posible por más que corramos y que debemos elegir, nos acabamos convirtiendo en objetos consumidos por la velocidad.
Cuando uno se encuentra metido en esa vorágine vale la pena PARARSE y preguntarse ¿porque corro tanto?, ¿que estoy haciendo? o ¿que o quién me manda correr tanto?.

 

No hay tiempo para las relaciones sociales, para los hijos que crecen en ese torbellino y luego a muchos de esos niños se les acaba diagnosticando un TDA y en lugar de pararnos a pensar,  la industria farmacéutica, siempre atenta a nuestras necesidades ya ha inventado unas pastillas que les «permitirá» concentrarse a pesar de la vorágine en la que viven.

 

Las cosas tienen que ser ya, no hay lugar para la espera y al surgimiento del deseo. Las cosas tienen que estar antes de que las deseemos y esto comporta grandes prejuicios, convirtiéndonos en máquinas hiperactivas, voraces, maniacas. El deseo, igual que: el pensamiento, el esfuerzo, la tolerancia a la frustración, no tienen lugar. No cerramos las puertas al ruido para poder permaneces a solas con nuestros pensamientos, es más el estar con uno mismo parece que se ha convertido en algo a evitar a toda costa, ¿y porque?.
Frente a esta locura de nuestro siglo,  crece el movimiento de los que eligen «vivir lento» para estar mejor, este movimiento se ha dado a llamar, la filosofía Slow. Y en esta lenta vorágine han aparecido hasta pueblos, como Mar de las Pampas en Argentina, que quieren ser declarados slow para que lo único que corra en sus calles sea el viento. Un objetivo: provocar una transformación que promueva un cambio social, económico y ambiental que permita mejorar la calidad de vida. El movimiento slow tiene una piedra fundacional el «Slow Food», un organismo no gubernamental cuyo símbolo es un caracol.  Hay muchas ciudades en el mundo que se definen slow. Este urbanismo aconseja que el centro sea peatonal, que los negocios cierren jueves y domingos.

 

En el 2004, un periodista estresado escribió  «Elogio a la lentitud», un libro que podemos encontrar fácilmente.
Lento no es igual a «ser lento»,  apático sino dar a las cosas el tiempo que se merecen aunque evidentemente, ello supone aceptar que el tiempo es limitado.
Si los médicos tuvieran más tiempo para hablar con sus pacientes, quizás podríamos ahorrar un montón de dinero en costosas exploraciones o en medicinas no necesarias y se podría evitar que el paciente, decepcionado,  recurra a las medicinas alternativas donde casi siempre la sustancia administrada es  tiempo.
Hemos confundido la aptitud con la rapidez. Quizás ha llegado el momento de volver a primar la calidad por delante de la cantidad.
Un mundo lento requiere una revolución del estilo de vida. 
Isabel Cavallé Miranda
Gener 2012

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1 Comentario

  1. Marta

    lo del Karoshi me parece hasta peligroso para la salud!!!!!!
    ¿Quien ha de frenar este vertiginoso ritmo de vida que llevamos?
    Ha llegado el momento de que los estudiosos de la psicologia actuen para salvar el mundo.

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