Poder, Corrupción y Narcisismo
Partiremos afirmando que el poder tiende a corromper.
Esta es una vieja idea. Los profetas del Antiguo Testamento ya ponían en cuestión a los poderosos. Como dice Miqueas: “para hacer un favor, el príncipe exige y el juez reclama una gratificación; el poderoso manifiesta su avidez y se pervierte la justicia”.
Karl Loewestein, filósofo alemán, y uno de los padres del constitucionalismo moderno, habla del “carácter demoníaco” del poder, eso es, el hecho de que tiende a excederse y quienes lo detentan a abusar, por eso la limitación del poder es el centro de su Teoría de la Constitución. Quien ejerce el poder, salvo que sea un santo, es difícil que resista la tentación de abuso.
Hay algunas frases célebre de historiador inglés Lord Acton: “El poder tiende a corromper, el poder absoluto corrompe absolutamente”, o la frase “Con poder absoluto hasta a un burro le resulta fácil gobernar”
Podríamos afirmar que el poder, en su naturaleza, tiene algo de patológico.
No hay nada que produzca tanta atracción y apego como el poder, de ahí el termino «erótica del poder».
El término erótico significa: atracción, excitación muy intensa que se siente hacia ciertas cosas poder, dinero, ……
Pero en esa erótica hay dos vertientes por un lado la excitación del poderoso al ejercer esa función y por otro lado la atracción que sienten unos y otros hacia los poderosos.
Henry Kissinger, reconocía que “el poder es el último afrodisíaco” .
La máxima concentración de poder se suele producir en la política, pero por encima del poder político, y con frecuencia con mucho más peligro por ser menos evidente, está el poder económico.
El dinero compra el poder político. El mayor abuso es cuando se suma el poder económico y el político. El dinero compra la voluntad de aquellos destinados a aplicar la ley y vigilar su cumplimiento y de los que tendrían que denunciar e informar.
Hay algunas fórmulas para promover la capacidad de corrupción del poder económico: privatizar lo público, reclutar la clase política del mundo empresarial y reclutar la elite empresarial de entre los políticos.
El poder, la concentración del poder, mata la Ley, se coloca por encima de la Ley y por encima de los demás y justamente eso es lo patológico. Porque? Porque el poder permite la realización de los viejos sueños infantiles. En la infancia el niño cree tener el poder , todos hemos pasado por una fase de pensamiento omnipotente egocéntrico, narcisista, pero esa fase se va ha desdibujar y a subordinar a la ética de la responsabilidad, gracias a los límites que el Otro de la Ley impone (padres, maestros, leyes). Esta ética implica la existencia de amor generoso a los demás.
En algún lugar recóndito de nosotros quedará ese deseo de poder absoluto, poder que nos hace perder el sentido de realidad. El poder nos puede permitir sentirnos Dios: no envejecemos , no morimos, somos diferentes al otro, el otro esta castrado . El poderoso cree escapar a la naturaleza humana que siempre, siempre, está por encima , en realidad ella es el poder absoluto.
En Psiquiatría hay clasificado un Trastorno de la personalidad, denominado Narcisista que tiene como característica esencial un patrón de grandiosidad, necesidad de admiración, falta de empatía. El diagnóstico se hace si se cumplen cinco o más de los siguientes ítems:
1.- Tiene un grandioso sentido de la autoimportancia.
2.- Está ocupado en fantasías de éxito ilimitado.
3.- Cree que es especial y único.
4.- Exige una admiración excesiva.
5.- Es pretencioso, exige trato de favor especial.
6.- Saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
7.- Carece de empatía.
8.- La envidia esta presente.
9.- Presenta actitudes arrogantes o soberbias.
Muchos individuos que han conseguido el éxito en la política demuestran rasgos de la personalidad que pueden considerarse narcisistas y aunque podemos afirmar que los políticos no narcisistas existen, con toda seguridad quedan marginados por los intereses de la política corrupta.
Pilar Cernuda, en su libro «El síndrome de la Moncloa», la enfermedad política de los presidentes del Gobierno, afirma que los cinco presidentes de la democracia han sufrido dicho sindrome, algo que cambió su caracter y su forma de ser hasta llevarles a no escuchar sus equipos y no reconocer sus errores, en absoluta soledad.
Séneca:“El hombre más poderoso es el que es dueño de si mismo» Aquel que logra el autoconocimiento y el autodominio.
Isabel Cavallé Miranda
Psicólogo Clínico – Psicoanalista
Isabel S. Altet
Un post excelente, muy claro, en estos tiempos en los que desaparece esta ética adulta, de responsabilidad (¡hay que ver cómo se sacuden todos la responsabilidad de encima, incluso niegan tenerla!), superada la fase infantil del egocentrismo, lógico en su momento, y asoma su feo rostro las tendencias dictatoriales que se debían haber superado, al menos en los países que ya tenían una cierta tradición democrática y fijadas unas reglas de juego. Reglas que han saltado por los aires con el todo vale.
Y una pregunta. Esa admiración incondicional que hace que gente, que es sana, se niegue a ver las conductas enfermas de sus ídolos y deje de tenerles una devoción incondicional, ¿podría ser que esto que hace que no cuestionen a tal o cual persona, que la tengan por intocable, porque "es el presidente", "es un genio de las finanzas", "es Bill Gates", "es un cantante genial" (pienso en Michael Jackson y su prácticamente demostrada pedofilia, su genialidad como cantante no quita lo otro), "es un periodista de televisión"…, se tratara de proyecciones de ese padre omnipotente de cuando somos muy pequeñitos, esa figura protectora y superior "que todo lo puede" y que, quizás en el fondo, añoramos?